Debemos considerar cómo llevar a cabo la transición sin perjudicar las economías de subsistencia ni los ingresos derivados de la exportación de producciones agrícolas extensivas, que son fundamentales para las finanzas de estos países.
A pesar de reconocer el problema climático, el FMI y el Banco Mundial siguen priorizando las necesidades inmediatas, en lugar de considerar los desequilibrios que genera el modelo petrolero en el mediano y largo plazo.
La falta de agua para el normal funcionamiento del Canal de Panamá, así como las pérdidas por la reducción en el paso de buques tiene en alerta al país. Pero el vínculo entre el deterioro ambiental y la economía ha estado presente en la agenda nacional desde los 70’.
Los mayores niveles de hambre e inseguridad alimentaria y el aumento de diversas enfermedades provocados por el cambio climático, así como la pérdida global de biodiversidad obligan cada año a millones de personas a abandonar sus hogares.
La temperatura en los últimos años ha aumentado más rápido que en cualquier otro período del que se tenga mediciones, dando lugar al incremento en la frecuencia de las denominadas “olas de calor”. Estas representa una seria amenaza para la salud de la población mundial.
La sinergia entre conciencia colectiva y acción política concreta se perfila como una de las claves para abordar eficazmente los desafíos ambientales, apuntando a mitigar sus efectos adversos y promover un desarrollo sostenible.